Primer paso: Un bosquejo rápido e impreciso de mi pensamiento. Es muy simple, pero tiene que ser lo suficientemente claro para entender qué es lo que he dibujado (y, aunque no esté claro, siempre, o casi siempre, lo acabo entendiendo).

Segundo paso: Empiezo a definir mejor los detalles en una nueva capa, superior a la del boceto principal, para guiarme y saber por dónde dibujar.

Tercer paso: Tras haber redibujado el boceto, dejándolo lo más parecido a un dibujo normal, le aplico color en una nueva capa en modo multiplicar. Si veo que los colores no me gustan, los ajusto a mi gusto usando la ventana de niveles o de tono y saturación.

Cuarto paso: Con el sencillo truco de alt + clic, comienzo a mejorar la ilustración. Voy perfilando los trazos, arreglando los detalles, añadiendo sombras y luces. En pocas palabras, lo voy haciendo más perfecto y bonito.
Una vez terminado, le añado el fondo y alguna iluminación extra para resaltar los colores de alguna zona. En este caso, resalté los colores de las alas.

Y para rellenar, he reservado para el final de esta entrada una ilustración que dejé a medias (lo sé, dejo muchas cosas sin acabar). A medida que iba avanzado, me iba gustando menos cómo se veía la ilustración. Considero que los colores y las texturas que le puse están bien, pero... el concepto no era muy atractivo. Por eso la abandoné...

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